Cada año el mundo produce más de 400 millones de toneladas de plástico. Gran parte de este material termina en vertederos, mares o incineradoras, debido a que el reciclaje tradicional no logra transformar todo lo que generamos. Frente a este desafío global, la innovación es clave para abrir nuevas rutas hacia la valorización de residuos y el desarrollo sostenible.
Una de esas rutas es la pirólisis, una tecnología que transforma los plásticos en recursos energéticos y materias primas, ampliando las posibilidades de la economía circular.
¿Qué es la pirólisis?
La pirólisis es un proceso químico que descompone los plásticos a altas temperaturas (315 °C a 871 °C) en ausencia de oxígeno. Esto significa que el material no se quema ni libera humo, sino que se transforma en nuevos recursos.
A diferencia del reciclaje convencional, la pirólisis requiere una mínima clasificación de los plásticos, lo que abre la puerta a una gestión de residuos más eficiente, incluso para materiales que hoy son difíciles de reciclar.
¿Cómo funciona?
El proceso de pirólisis de plásticos se desarrolla en distintas fases que, paso a paso, permiten transformar los residuos en nuevos recursos. Aunque puede variar según la tecnología utilizada, en general se resume en tres etapas:
- Recolección y limpieza: los residuos plásticos se reúnen y preparan para eliminar contaminantes.
- Trituración y calentamiento: el plástico se reduce a trozos pequeños y se introduce en un reactor sin oxígeno
- Transformación: el calor convierte los plásticos en:
- Petróleo líquido, que puede refinarse como combustible o materia prima para nuevos plásticos
- Gases combustibles, como metano o propano, que alimentan procesos industriales
- Carbón sólido, útil en diversas aplicaciones
Beneficios para el desarrollo sostenible
La pirólisis amplía el horizonte de la gestión de residuos, porque permite procesar plásticos más allá de los envases más comunes. Esto significa menos presión sobre vertederos y océanos, además de abrir nuevas oportunidades para la generación de materias primas.
Un punto relevante es su capacidad de adaptarse a distintos tipos de plásticos. Aunque hoy, a nivel industrial, se utiliza principalmente en polietileno y polipropileno (presentes en envases de alimentos, botellas y bolsas), el potencial de esta técnica es mucho más amplio. Con el avance tecnológico, la pirólisis podría aplicarse a residuos de consumo como envases de leche, materiales de embalaje, toallitas húmedas e incluso juguetes desechados. También existe la posibilidad de valorizar plásticos más complejos, como neumáticos y aparatos electrónicos.
Actualmente, se estima que entre un 15% y un 20% de los productos de pirólisis se convierten nuevamente en plásticos, mientras que la mayor parte se transforma en combustibles y químicos aprovechables. Así, materiales que antes eran vistos como un pasivo ambiental pasan a ser insumos estratégicos para la industria, contribuyendo al desarrollo sostenible.
Un camino hacia la economía circular
La pirólisis no es la solución definitiva al problema del plástico, pero sí un complemento valioso dentro de la economía circular. Aún enfrenta barreras importantes, como los costos de instalación y operación, que limitan su expansión a gran escala. Sin embargo, esta tecnología permite pensar los residuos no como un final, sino como el inicio de nuevas cadenas productivas.
En Ecológica creemos que innovaciones como esta son una señal clara del rumbo que debe tomar el mundo: sumar tecnologías, procesos y estrategias que hagan de la gestión de residuos un motor para el desarrollo sostenible.
